Solemos cuidar todo lo que nos importa, aunque demasiadas veces nos ponemos manos a la obra sólo cuando lo hemos perdido o estamos a punto de hacerlo. Eso no les ocurre a los buenos agricultores.

Igual que las tierras necesitan del cuidado esmerado y los conocimientos de quien las trabaja, nosotros precisamos de buenas prácticas para cultivar nuestra vitalidad. Pero antes, veamos los elementos que forman parte de esta metáfora del cultivo de la vitalidad. El Terreno (el organismo)

Que duda cabe que la tierra de siembra debe tener las características apropiadas para poder cultivar. Es dificil que una semilla enraice en una tierra estéril.

Del mismo modo un organismo debilitado por la enfermedad, por tratamientos agresivos o una genética débilitada, es un terreno biológico que precisará rescatar el flujo de energía vital perdido.

La siembra (lo que afecta al organismo)

Aquello que comemos, bebemos, respiramos, lo que pensamos y sentimos, lo que hacemos y lo que no, el lugar donde habitamos, las personas con las que nos relacionamos, todo ello, son semillas que darán sus frutos. Y de la misma manera que una mala yerba puede arruinar el campo de siembra, también el pensamientos negativos, los sentimientos reprimidos, los alimentos inadecuados, las cargas tóxicas o los ambientes con malas vibraciones, pueden arruinar nuestra salud.

Cultivar, cuidar (los cuidados que nos procuramos)

Cultivar la salud es además de ser conscientes de lo que sembramos, atender aquello que nos afecta. Todo es importante. Cuidar por ejemplo la alimentación y olvidarse del estrés, es como plantar las semillas al sol y no acordarse de regarlas diariamente.

Cosechar (resultados: más o menos vitalidad)

Sanar es un resultado, un estado de bienestar que se cosecha. Como el agricultor recoge el producto del campo y se beneficia de su trabajo, cada ser humano recogerá los frutos de su autocuidado y de la conciencia que desarrolle sobre la complejidad de su cuerpo-mente-espíritu.

¿Qué debemos respetar para garantizar el cultivo de la vitalidad?

Respirar adecuadamente.

Es muy revelador que la respiración sea lo primero que hacemos cuando llegamos al mundo ¿verdad? Es absolutamente vital y no sirve hacerlo de cualquier manera y en cualquier entorno.

Respira profundamente varias veces al día, en un espacio ventilado y siempre que puedas (mejor si es a menudo) en un entorno natural y sin contaminación.

Beber agua limpia, filtrada.

Recuerda que nuestro cuerpo es un 80% agua y que gracias a ella se interconecta todo en nuestro organismo. Es el medio donde se producen intercambios de sustancias y también de información (Masaru Emoto, Mensajes del agua).

Beber agua purificada estimula y refresca las memorias de salud.

Alimentación natural y energética.

Los alimentos son sistemas de energía que impactan e influyen en el organismo. No sólo desde el punto de vista bioquímico como nutrientes, sino también como impulsores de una determinada energía.

El equilibrio de los distintos alimentos en la dieta diaria es una fuente esencial para la vitalidad y bienestar del cuerpo, de la mente y del espíritu.

Eliminar los pensamientos negativos.

Ponles veto, pon atención a los argumentos que ensombrecen tu día a día. Elimina de tu conversación las palabras o las frases de carácter negativo. Aléjate de esa vibración todo lo posible ya que impregna tu emoción, tu pensamiento y por tanto tus acciones.

Recuerda, recoges lo que siembras.

Pensar bien, obrar bien.

Ten los mejores sentimientos posibles, pero no te olvides de cuidarte a ti misma, a ti mismo. Sólo si te sientes bien podrás entonces hacer el bien a los demás. Es una regla importante.

Recuerda, recoges lo que siembras y lo que siembras puedes compartirlo con los demás.

Olvidar, perdonar.

Cierra etapas, cicatriza tus heridas. Si quieres tener un viaje consciente y feliz, el odio, la rabia, el miedo no pueden controlar los mandos del vehículo. Descontamina tu corazón y tu mente.

Recuerda, lo que cuidas florece. Lo que descuidas, marchita y muere. No dejes que te intoxiquen los sentimientos y palidezca tu vitalidad.

Escuchar más y hablar menos.

Mantén tus proyectos para ti y en entornos adecuados. No se trata de reprimir sino de cuidar tus proyectos, tus deseos, tus objetivos. Ten paciencia para observar y escuchar lo que la vida te muestra (forma parte del cuidado del cultivo).

Habla siempre que puedas aportar algo de valor, siempre que puedas hacer el bien o sientas que estás en ese camino. Eso es regar con agua clara.

Evita hablar mal o de más, exagerar o modificar. Eso es regar con agua sucia.

Soltar el miedo y abrazar el amor.

Cada vez que damos un paso en la dirección adecuada algo en nuestro yo más íntimo nos hace sentir que todo va bien. ¿Intuición? ¿Seguridad, autoconfianza? Si, efectivamente y también se trata de confiar en la vida y de sentirse a salvo.

El miedo al futuro atrae el desastre. Ensombrece el sol que alimenta tus semillas.

Abrazar nuestro sentido espiritual, nos conecta con el resto del mundo, con el lugar donde estamos y consigue derribar los límites que impone el miedo.

Cultivar la vitalidad requiere aprendizaje y conciencia, una herramientas que nos capacitan para saber mantener fértil el complejo terreno humano: mente-cuerpo-espíritu.