Un estilo de vida consciente nos lleva a plantearnos si vivimos la vida tal cual somos y no tal cual hemos aprendido a verla. Pero ser quien realmente eres no es algo que alguien pueda hacer por ti. Es preciso vivir la propia vida para llegar a descubrirse.

Sabemos que para desarrollarnos completamente es muy valioso haber podido explorar el mundo en libertad, sin juicios ni prejuicios, aprendiendo a desarrollar el interés por descubrir la vida con confianza y con un profundo respeto por el ser humano que somos.

El recién nacido busca alimento instintivamente en el pecho de su madre, que le nutre y le conforta. Pero para que la alimentación cubra totalmente las demandas del niño, se vuelve esencial el afecto, el abrazo y sentimiento de amor hacia el bebé. La comunión entre el alimento y el afecto quedan así fusionadas para el resto de la vida.

Así que desde nuestra llegada al mundo, necesitamos alimento y también amor para nutrir nuestro ser y poder llegar a expresarlo verdaderamente. Un amor sin sobreprotección ni manipulación, que permita la equivocación sin humillación, sin los «ya sabía yo” o “ya te lo dije”. Sólo así se pueden asumir realmente las consecuencias del error y desarrollar la responsabilidad. Reflexionando sobre las opciones, las infinitas posibilidades y la importancia de asumir las decisiones es como se aprende a elegir. A elegir de forma consciente.

Existe una dieta para el «ser» irrepetible que somos cada uno de nosotros. Pero hay que haberla aprendido o re-aprenderla cuando nos damos cuenta de su ausencia.  Hayamos tenido o no un buen aprendizaje, sentirse víctima de las carencias no ayuda, sino que perpetúa las condiciones negativas que impiden descubrirnos. Nuestros padres, cuidadores y maestros, también soportaron aprendizajes erróneos.

En la medida que te aferras a las viejas estructuras de pensamiento, sigues alimentando el dolor y el sufrimiento, y todo lo que emocionalmente acarrea: rabia, frustración, adicciones, tristeza, odio, inseguridad, dependencias, etc.

Para atravesar la barrera y adentrarte en el terreno de la alegría, la confianza, la aceptación de los otros, la seguridad, el sentido de trascendencia… para llegar hasta allí, se hace imprescindible dejar de aferrarnos al victimismo y a su recuerdo. Aquí y ahora, es nuevo. Cabe aprender de lo vivido y admitir que nada en la naturaleza permanece. Que todo es un continuo fluyo y movimiento y que podemos avanzar en la mejor dirección.

Mirar atrás no te permite mirar hacia delante. Las expectativas y los sueños no cumplidos puede que se acumulen en tu mente. Y mientras esos pensamientos ocupan cada vez más espacio, se reduce el que puedes destinar a la imaginación fértil, inocente y nueva.

El hábito hace al monje y el monje puede decidir cambiar de hábito. ¡Piénsalo! Tienes el mando, tienes la capacidad de observarte y certificar cuánto tiempo dedicas a ideas negativas, a fantasías sobre las consecuencias de algo, a determinar los contras, los fallos, los errores, los problemas. Esa es una mala dieta mental.

Las ideas tienen energía propia y unas alimentan a otras, entrando a veces en un auténtico bucle. Pero podemos frenar ese movimiento siendo conscientes de lo que ocurre realmente y no de lo que fantaseas. Saber lo que quieres verdaderamente tú y no lo que te han dicho que está bien o mal. Visualizar e imaginar, que es muy distinto que fantasear, el mundo en el que quieres vivir.

Confiar en ti mismo, confiar en la vida, confiar en un proceso de cambio que afecta a TODO. Puede ser el tiempo de actuar, de cambiar, de soltar viejas heridas. El de abrazar una vida que sólo tú puedes diseñar y alcanzar. Naturalmente Coaching trabaja con el concepto de conciencia y salud, apostando por los procesos de coaching personal donde se abraza una vida con valores y sentido. Aprender, transformar y escoger lo que nos nutre como ser humano.
Practica la dieta del «ser». Ahora depende de ti.